lunes, 22 de junio de 2009

33- La paz y la muerte

En un autobús nocturno fuimos de Sucre a La Paz. De capital a capital. Los faros de los camiones cortaban como cuchillas las noches del altiplano. También mi sueño. Todo el mundo nos había hablado delo peligrosa que era la paz, pero nosotros no tuvimos allí el más mínimo problema. Salvo los sofocos propios de la altitud. La paz es la capital (aunque la capital es Sucre) más alta del mundo a casi 3700 metros y se nota. Construída en un barranco para evitar los excesos del altiplano, la Paz tiene mucha población indígena, sobre todo en el alto que sufrió un bloqueo que nos hizo demorarnos un día. La paz es por supuesto un bastión para Evo Morales.
Una de las cosas más curiosas de la ciudad es su mercado de brujas, allí además de talismanes, inciensos y otras cosas propias de las tiendas exotéricas puedes encontrar las habituales hojas de coca, ayauhasca o fetos de llama con los que honrar a la Pachamama.

Vista de La Paz

Cerca de la Paz hay un camino mal llamado carretera, conecta el altiplano con las yungas y continúa más allá hasta la amazonia. Robándole a la montaña un llano, los presos paraguayos que se hicieron en la guerra del chaco construyeron esta carretera maldita. Se le ha llamado la carretera más peligrosa del mundo, también la carretera de la muerte. Un nuevo camino ha hecho que estas etiquetas bastante ilustrativas (morían 150 personas al año aquí) pasen a ser un reclamo turístico. Con todo la carretera sigue tragándose vidas, ciclistas que arriesgan más de la cuenta o se despistan. Ni que decir tiene que nosotros hicimos el camino con mucha cautela. Se pasa de 4600 metros de altura a 1100 en unas pocas horas de descenso y los paisajes son absolutamente espectaculares. Tras tanto tiempo en el altiplano la temperatura tropical nos supo a gloria. Fue sólo un pequeño paréntesis porque retornamos a la paz ese mismo día en furgoneta. Voilvimos por la carretera de la muerte y cerca de la cima la niebla era tan espesa que apenas si se veían los precipicios de más de seiscientos metros. El chófer bromeaba diciendo que la niebla era el espíritu de los muertos, y nosotros simplemente rezábamos, claro.




Carretera cerca de la cumbre





La sinuosa carretera de la muerte


Precipicio entre niebla

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