lunes, 8 de junio de 2009

29- Despedida de Argentina, Bienvenidos a Bolivia 1/6-6-09

Por aquello del jet lag y el cansancio nos tomamos con calma el camino hasta la frontera. Una noche en Salta, otra en Tilcara y al fin llegamos a la Quiaca, un pueblo en la frontera con Bolivia. La verdad que el paso a Villazón tiene un sabor peculiar. EL militar de la frontera cuando vio que era español me dijo - Conquistador ¿eh?. Y corrimos y corrimos para llegar a tiempo a coger un tren pero el servicio estaba interrumpido por revueltas sociales en Uyuni. Además, algo más dificil de concretar, la cantidad de mujeres con ropas andinas y los niños a cuestas y el ambiente propio de los países pobres.


Villazón

Finalmente cogimos un autobús con un simpático vendedor, que llevaba un tatuaje de un muñeco en el moflete y que vendía pomada de coca, que al parecer lo mismo sirve para una artritis que para un resfriado. Tras tres horas de botes, polvo y bellos paisajes llegamos a Tupiza. Tupiza está rodeado de coloridos cañones al estilo de una película de Western. De hecho por estos parajes Butch cassidy y Sundance Kid dieron su último golpe y en San Vicente a 100 kilómetros fueron masacrados en una encerrona. Dispuestos a emular sus pericias el día siguiente contratamos una cabalgata, nuestros guías parecían la reencarnación de los famosos bandidos, tenían 13 años, y como había huelga en el colegio que mejor que prestarnos sus servicios y acrobáticas posturas sobre el lomo de su caballo. Edurne estuvo dispuesta a galopar, y yo que no me manejo tenía que torcerle el cuello al equino para que no siguiera su paso. Normal de caso.



Butch Cassidy cabalga de nuevo


Aunque el plan era ir hasta Uyuni por tren como las protestas seguían y la ciudad estaba sitiada, decidimos contratar un tour de cuatro días por el altiplano confiando que a nuestra llegada a Uyuni la cosa estuviera más tranquila. Viajamos con una familia francesa absolutamente encantadora y con la que compartimos temperaturas de hasta quince grados bajo cero. Realmente el tour es muy duro, muchas horas de jeep y mucho frío en cuanto el sol no está. Se pasa por puntos de hasta cinco mil metros, así que yo a la que podía me metía un bolo de hojas de coca para contrarestar la altura. Los paisajes son absolutamente espectaculares, volcanes, lagunas de todos los colores, geysers, es como estar en un cuadro de Dalí. Edurne ya lo conocía pero parecía entusiasmada.




laguna verde


El cuarto día se llega al salar de Uyuni, el plato estrella. Nuestros chóferes tuvieron a bien darle al Shingane (sólo 45 grados) y a las seis y media de la mañana decían que no se levantaban. Tres horas más tarde apareció con cara de pescado el conductor y tras unas cuantas broncas, disculpas y bromas propias del día después, le montamos en el jeep y por suerte el cabeza de familia francesa, acostumbrado a llevar jeeps por su condición de veterinario nos condujo hasta el salar. El boliviano sacó orgullo y se vino arriba, manejando él el resto del camino. El salar es absolutamente espectacular, uno de esos sitios a los que las fotos no hacen justicia y donde las cifras tampoco dicen nada. Uyuni es un lugar perdido en medio de ningún sitio, no tiene ningún encanto, ni restaurantes decentes y el cajero automático estaba roto. Hacía un frío de mil diablos y tuvimos que pelear por la calefacción del hotel, aún así afortunadamente se había solucionado el conflicto y pudimos entrar al pueblo, dormir calentitos y seguir nuestro camino hasta el siguiente destino: Potosí.
Salar desde la isla del pescado

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