martes, 5 de mayo de 2009

18- Mendoza y los andes centrales (1/5-05-09)

Argentina es un país muy grande. Y yo debía dar un salto de casi mil quinientos kilómetros.
Así que aprovechando que estaba relativamente descansado y que quería salir ya de la región de lagos me cogí un autobús de veinte horas (incluído un transbordo en Neuquen) y en esas, viendo paisajes y dando cabezadas, (no fue tan duro como pensaba), me pasé el día del trabajador en un omnibús.
A Mendoza llegué a las siete de la mañana y medio zumbado aún, me encontré en el baño de la estación una pintada que decía: "Aquí estuvo un porteño cagándoles en su ciudad de mierda, mendocinos". Muy torpe, si, pero como testimonio sociológico ilustra bastante . Mendoza es junto a Rosario, Córdoba o Salta uno de los grandes núcleos urbanos que entra en competencia con Buenos Aires. Descansé un poco y luego di un paseo por la ciudad, sin hacer nada especial.
Anchas avenidas, tráfico fluido, gente guapa, comercios con firmas internacionales. De un primer vistazo puede parecer una ciudad impersonal, pero todo lo contrario, la disposición de la ciudad es absolutamente fascinante, apenas si quedan ruinas de lo que el enclave colonial fue, que se llevó un terremoto de los muchos que han visitado la ciudad. Y todo absolutamente todo, está dispuesto en función de posibles movimientos de tierra. Los edificios son en su mayoría bajos, las calles amplias, un sistema concéntrico de plazas asegura tener espacios abiertos en caso de movimiento sísmico. Además la ciudad está abarrotada de árboles, que dan sombra pero también sirven como una forma de sustentar el suelo.


Por otro lado, la ciudad está enclavada frente a la cordillera preandina y la sierra central, en un auténtico desierto, pero gracias a un sistema de canales que reparten el agua de la cordillera por todas las calles, pueden tener tan frondosa cantidad de plantanos, sicómoros y otras especies, la mayoría importadas de Europa. Igualmente la zona es considerada por sus campos de vides. En Mendoza se hace el 70% del vino del país, y cerca de la ciudad están las bodegas más consideradas. La ciudad me gustó mucho desde el primer momento, pero haciendo un último esfuerzo decidí pasar el domingo en puente del Inca, en el corazón de los andes, antes de volver a ella para descansar.

El puente del Inca y Aconcagua

El viaje entre Mendoza y Puente del Inca, se hace por el paso más popular entre Argentina y Chile, una carretera por la que circulan unos dos mil camiones diarios y que en invierno se corta durante días por las nevadas, ya que el paso está a 3500 m de altura. Los paisajes son espectaculares, las montañas y valles de los andes me parecieron menos asombrosos en sus dimensiones que los himalayas, pero revestidas de unos colores increíbles combinados con el vasto cielo azul de la alta montaña. En el camino se pasa por Uspallata, el pueblo en que se rodó "Siete años en el Tibet" (todo un fraude) y algún centro de aguas termales y estaciones de esquí.


paisaje andino

Durante el camino se ven altarcillos en honor a la difunta correa, una mujer que murió por las montañas buscando a su marido, herido en la guerra, y de la que dice la leyenda siguió amamantando a su bebé pese a estar ya muerta. Los devotos, muchos camioneros, le ponen botellas de agua, para que Correa pueda calmar su sed eterna y a cambio interceda por ellos de modo milagroso.


altar a la difunta Correa

El puente es una construcción de sal que el paso del agua en combinación con sales minerales dejó a su paso cerca del valle de los horcones. Además de visitar el monumento natural, el sitio brinda la posibilidad de alquilar mulas o equipo para hacer trekking o aventurarse a escalar hasta la cima del Aconcagua. Acon Cahuac, en quechua, significa centinela de piedra. Y con sus 6959 metros es el pico más alto de América y si no existieran los himalayas del mundo mundial. Yo por mi parte me conformé con dar una vuelta por el comienzo del parque y los primeros miradores, aunque el día no era malo, unas nubes cubrían la cima.




De regreso y antes de que anocheciera visité el cementerio andino, cerca del puente. Aunque no es especialmente dificil dentro de lo que es el mundo de la escalada, el pico se ha tragado bastantes vidas, muchas de ellas por lo que pude leer en las lápidas en la última década. Para no perder la costumbre del viaje, después de leer unos cuantos mensajes de familiares y amigos, me eché a llorar. En muchos casos los cuerpos siguen perdidos y simplemente se homenajea allí a las víctimas, se cuelgan botas, se dejan piedras sobre el marmol. Nunca he entendido muy bien lo que sienten los escaladores pero debe ser algo muy intenso para arriesgar tanto por alcanzar una cumbre. Muchos habían muerto en el descenso.
Me quedo con un epitafio, que aunque es sencillo me gustó mucho, un hombre argentino, ya mayor. "Sólo quedará de vosotros lo que hayáis dado".

Salvo una pareja fui el único turista que se qeudó a dormir en la hostería, que por la oscuridad y la desidia de sus gerentes, recordaba un hotel de película de terror. A las siete de la mañana, me asomé a la ventana y me encontré con que todo estaba cubierto por una capa de nieve. Por un lado me sentí emocionado y por otro temí que se cortara la carretera. Afortunadamente con la mañana el tiempo mejoró de forma abrupta y antes de que saliera el autobús, visité de nuevo los miradores, subí con un siciliano, Aureliano, un tipo majo. Me confesó que le parecía que los argentinos habían heredado los peores defectos de los italianos. No parecía demasiado orgulloso de sus patriotas. Como perdía el autobús tuve que correr como un loco hasta el mirador, pero verdaderamente mereció la pena. La aconcagua estaba completamente despejada y hermosamente cubierta por un manto de nive.



Y regresé a Mendoza porque no había forma de coger un omnibús que te llevará de allí a Chile y además que quería relajarme por dos días de esta última semana en la que había viajado mucho y estaba cansado.

Mendoza cumple todas las expectativas. El alojamiento estaba muy bien y la ciudad está absolutamente atestada de árboles. Los precios son económicos y es fácil encontrar un sitio con comida rica y buen vino. La temperatura es primaveral y abandono las botas de montaña por las chanclas, la gorra y las gafas de sol. La gente ocupa las terrazas para comer o beber cualquier cosa. Creo que en esta ciudad podría vivir perfectamente, es como estar en España en plena primavera. Y con esa sensación, recibo el correo y el blog con un montón de mensajes de mi familia, mis amigos de siempre y algunos que empiezan ya a serlo y me siento el hombre más feliz sobre la tierra. Así que me voy a celebrar mi primer mes de viaje, comiendo una pizza deliciosa en "un rincón de la boca" y brindo con el reflejo de la cristalera, escanciando sobre mí el exquisito vino de esta tierra.

5 comentarios:

  1. Jo Toto pues que sepas que no solo lloras tu, no hay día que no llore leyendo tus experiencias, algunas veces por nostalgia pero sobretodo de
    lo orgullosa de tener un hermano como tu capaz de transmitir a mi y al resto tus emociones de este viaje, puede que no sea muy objetiva al ser tu hermana pero es increible que unas letras te lleguen hasta lo más hondo. muchos besos

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  2. Felicidades por tu primer mes de viaje!
    Te mando un abrazo enorme amigo!
    EDU

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  3. Qué lindo que sigas disfrutando el viaje en mi querido país... que pena no haya sido tan buena tu estancia en san martín que en otras circunstancias a mi me ha parecido un sitio increible para perderse entre sus montañas llenas de arboles... el puente del inca, qué recuerdos, preparate para el cruce a chile que es totalmente diferente al que hiciste por Bariloche!! un beso Flor

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  4. Hola, Antonio.Me alegro de que hayas disfrutado de tu estadía en Mendoza,yo acabo de llegar hace un par de días. Un abrazo, Txema.

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  5. Chacho, ver tus crónicas dan unas ganas de viajar.

    Un abrazo, Antonio;
    Rubén el canarión.


    P.D.: completamente de acuerdo con que "Siete Años en el Tíbet" fue un fraude.

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