De la estación de autobuses cogí un minibus, un enlace que apenas duró dos minutos, que me dejó en media hora en Puerto Varas. Este es un pequeño pueblo, bastante cuidado a orillas del lago Llanquihue, del que despuntan un par de volcanes, especialmente el Osorno, cubierto por nieve. Lo más particular de todas maneras del lugar fue la vida social intensa que tuve. Recaí en un hostel que estaba (y más comparado con otros) lleno de viajeros de diferentes sitios del mundo, y aunque no había nadie en la recepción, me atendieron los propios mochileros alojados. Y esa misma noche comimos en comunidad un rico guiso que hizo Guindo, con hortalizas y pollo. Además estaba Inés, su novia, también argentina. Cris de California, yohan de lyon y Johanna de Bristol.
cena en el hostel
Y el día siguiente tuve más vida social. Para almorzar quedé con Dora, una amiga de Edurne de la que me había hablado muchas veces y tenía ganas de conocer. Hablamos de muchas cosas y fue un gusto descubrir a una persona tan inteligente y sensible. Por la tarde estuve en Frutillar, otro pueblo a orillas del lago, pero en este caso un lugar que traduce claramente la inmigración alemana que hubo en la zona. Por la noche, volví a quedar con Dora, a comer cosas ricas y charlar. Fue gracioso porque tenía plan con los del hostel y me hizo gracia tener varias opciones cuando en otros momentos del viaje había cenado sólo.
Así que lo más destacable de la región de lagos chilena, más que los lagos y volcanes fue la ajetreada vida social y las interesantes conversaciones con gente tan distinta. Aunque sea un tópico entendí que una de las riquezas de viajar es la oportunidad increíble que se tiene de conocer a gente muy distinta.
lago llanquihue con el Osorno al fondo
No hay comentarios:
Publicar un comentario