jueves, 9 de julio de 2009

39- Regreso a Casa 29/30-06-09

Cuando estamos demasiado tensos somos como imanes enfrentados, basta que deseemos algo con nuestras fuerzas para que consigamos el efecto contrario del deseado. . Yo deseaba salir de Lima cuanto antes y llegar a Madrid.
Y aunque todo fue tranquilo hasta llegar al vestíbulo del aeropuerto. Luego comenzaron los problemas. Primero mi vuelo no aparecía en la pantalla. Era un vuelo de Iberia, pero luego me enteré que era operado por Lan. Así que me chupé una primera cola de nuestra querida compañía y luego otra de la chilena. Un policía se me acercó y me comenzó a hacer preguntas: ¿Viniste por turismo? ¿Cuántos días? ¿Por dónde entraste? La conversación era tan rutinaria como la que se mantiene con el resto de turistas mientras se está viajando. No le di importancia pero luego en la cola de Lan, me vino otro policía. ¿Visitaste Cuzco? Me dieron ganas de decirle no, porque este país está en una huelga continua y no hay quién se mueva con libertad. Pero fui amable, no quería arruinar mi regreso. Tras chuparme la primera cola y comunicárseme que mi vuelo salía hora y media tarde. El policía de la primera cola me pidió abrir mi maleta sellada por "mi seguridad". Evidentemente no había nada peligroso salvo la ropa sucia acumulada y al final los moscones me dejaron en paz.
Hice tiempo como pude por el duty free, leyendo las cándidas y poco divertidas ocurrencias del condorito y por fin embarcamos en el avión. Éste estaba muy nuevo y los servicios de entretenimiento de Lan prometían bastante. El comandante dijo que el tiempo era bueno y tendríamos un vuelo tranquilo.
Después de un día de mirar continuamente el reloj por fin volvíamos a casa.
Llevábamos más de hora y media volando y acabábamos de terminar de cenar. Me tomé dos valerianas y me dispuse a dormir. Entonces sonó la voz del comandante. Había un problema técnico y regresábamos al aeropuerto de Lima. Como siempre que se recibe una noticia desagradable tuve cierta sensación de irrealidad. Más que miedo cabreo. Cabreo de tener que volver a Lima enfermo a seguramente pasar otra noche en la ciudad y sabe Dios a qué hora volver al día siguiente.
Nos metieron en el sheraton, un enorme e impersonal hotel de cinco estrellas en el centro de Lima. Piso 15, habitación 41. Una enorme pantalla de plasma que encendí por comprobar que funcionaba y un edredón de pluma bajo el que sudé mi bronquitis. Amanecía sobre una Lima, la Lima de los pobres que se extendía bajo el balcón de mi piso número quince. Me encontraba muy débil y enfermo y deseando poder volver a casa.

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