domingo, 5 de julio de 2009

37- Nazca y Lima (decido volverme) 25/29-06-09

Llegué a Nazca enfermo. Había comenzado como un dolor de garganta en el cañón del Colca y cuando me subieron las prímeras décimas de fiebre en la profundidad del desfiladero sentí algo de miedo a que la enfermedad se agravase de golpe. De todas formas fue progresivamente. De la garganta se pasó a los pulmones y a pesar de comenzar a tomar antibióticos, no había muestras de mejoría. En Nazca me inyectaron más antibiótico y tuve que esperar a Edurne en el hotel viendo la tele por cable mientras Edurne visitaba el cementerio de Chauchilla.


El mar camino de Nazca




Algo más restablecido saqué fuerzas para visitar el mirador del que se ven algunas de las extrañas líneas que circundan el desierto de Nazca. Estas extrañas líneas de enormes proporciones deben su fama al misterio que las rodea. ¿Con qué propósito se hicieron? Se habla de calendario agrícola, de sendas religiosas, de representación de los sueños de los chamanes. Hay quién apunta que son un medio de comunicación con los extraterrestres. Bueno, ahí están las líneas y ahí está el misterio. Y allá vamos los turistas a Nazca a verlas aunque no entendamos nada. Yo sí entendí algo en Nazca, que tras más de un mes de cavilaciones sobre el posible futuro de mi viaje, lo que más me apetecía, el destino que más me seducía era Madrid. Se debía a que Edurne se volvía, a que no me apetecía quedarme enfermo en Perú, pero sobre todo de algo interior, algo que me decía que mi deseo real era dejar de seguir viajando y volverme a Madrid. Y con la determinación del filo de un sable, visité la página de rumbo y compré un vuelo asequible de vuelta a casa.



El árbol



Y en esas llegué a Lima, entre mocos y tos, con la pena porque mi aventura terminase pero también con la alegría por aquello que me esperaba en Madrid. Lima tenía grises cielos hasta decir basta y mucha humedad. Algo que no me convenía mucho para la salud. De hecho en Lima seguí bastante convaleciente y recorrí los barrios de Miraflores y Barranco a regañadientes, cansado y algo agrio de carácter. Teniendo que visitar al médico, buscando penincilina y nebulizando mis pulmones. disfrutando eso sí de su buena cocina, su ceviche y sus risottos. La ciudad más triste del mundo pensé cuando el taxi se llevó a Edurne a las cuatro de la mañana y el bulto al que llamo yo vigiliaba su lento irse y calculaba que le quedaban aún quince horas en Lima,.sus últimas horas de viaje


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La bahía de Li
la rica cocina limeña

2 comentarios:

  1. Aysss, ese balconcito, que recuerdos!!! veo que en poco tiempo has descubierto el "encanto" de Lima, y por lo que leo no se ha descontaminado ni un poco, eh?? me has recordado a lo que me preguntó Martín cuando ya llevába unos días en la ciudad "Bueno, ¿qué te parece Lima?" y aunque sé que no es politicamente correcto decirselo a un lugareño, la respuesta fue "Gris".

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  2. Parece que acaba el gran viaje del que me tocó formar parte unas 24 horas. Gracias por habernos permitido viajar contigo desde este blog y espero que pronto tomes un avión para ir a Canarias y que encuentres en mi país un nuevo rincón que acumule más experiencias a tu vida.

    Un fuerte abrazo;
    Rubén.

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